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Actualización Vital
He vuelto de Madrid, esa ciudad que hasta hace poco odiaba con todas mis fuerzas y que, a base de experiencias bonitas, ha ido ganándose un huequito en mi corazón.
No nos engañemos:
Sigo detestando la invasión peatonal de cada acera, la M-30 y sus hermanas, los conductores que cambian cuatro carriles en pocos metros sin poner el maldito intermitente y que me pitan a la primera de cambio.
¿Y a qué he ido a Madrid?
A ver el estreno de un documental sobre la Antártida en el que soy (junto a mis cuatro compis) protagonista.
Como lo oyes lees.
Si acabas de llegar, te pongo en contexto:
Yo era una chica normal, hasta que hace casi dos años me noté un bulto en la axila.
Short Story: era cáncer, uno poco frecuente y de pronóstico complejo.
Luego vendría el miedo, las pruebas, una operación amplia, tratamiento de radioterapia, rehabilitación física y emocional…
Y en medio de ese caos… apareció el Reto Pelayo Vida.
Un proyecto que cada año selecciona a cinco mujeres supervivientes de cáncer para llevarlas a vivir un desafío deportivo extremo.
Spoiler: me eligieron.
Un año después de mi operación, estaba navegando por la Antártida.
Y sí, tuve que aprender a navegar. Literalmente.
Todo esto en tan solo un año.
Resulta que además de dramática, la vida se volvió cinematográfica.
Así es ella, tiene sus propios planes.
Este viernes estaba junto a mi equipo, mi familia, celebrando todo lo vivido en los Cines Callao.
El documental es impresionante y estará disponible para ver en Amazon Prime dentro de unos meses.
Os avisaré.
¿Lo más bonito?
Poder celebrar con los que estuvieron en los días duros, en las consultas, a pie de cama, en los llantos… y poder agradecerles públicamente todo el cariño y apoyo de estos dos años.
Que se dice pronto.
Poder decirles: gracias, sin vosotros detrás empujándome no habría historia.
Se me hace bola
Decir que estos dos años fueron intensos es como decir que la Antártida está “fresquita”.
Estos últimos meses (bueno, estos dos años) han sido intensos, en el sentido más amplio de la palabra.
El estreno del documental ha marcado el punto y final a una etapa.
Y como todo cierre... me dejó un vacío raro. Un eco emocional.
No puedo evitar repasar lo vivido, y hay momentos en los que… se me hace bola.
Porque aún habita en mí el miedo y el dolor.
El coraje de haber tenido que pasar por esto, y que mi familia tuviera que apretar los dientes conmigo.
Aún no soporto la incertidumbre de las pruebas y la sensación de haber hecho sufrir a los míos, aunque no haya sido yo, sino mi enfermedad.
Pero también veo todo lo contrario: mucho amor, aventuras, nuevas experiencias, carcajadas, viento en la cara, cariño, apoyo…
Y aún así… se me hace bola.
¿Qué hago cuando todo me abruma?¿Cuando se me acumulan todas las emociones?
¿Escribir y procesar mis pensamientos como una persona funcional?
¿Meditar y conectar con mis emociones?
Ojalá.
Cojo el móvil y me pongo a mirar reels como si no hubiera un mañana.
Para anestesiar.
Para no pensar ni sentir.
Para evitar mis emociones.
Eso fue lo que hice ayer de regreso a casa.
Porque anestesiar es más fácil que enfrentar.
Porque escapar es tentador.
Pero hoy escribo.
Hoy me atrevo —aunque sea un poco— a mirar hacia dentro.
Y reconocer que no soy un ser de luz, pero sí alguien con ganas de seguir caminando.
Aunque siempre fui un poco cobarde, al menos ahora puedo identificar mis estrategias (no recomendadas) para intentar controlar mis emociones.
De todo esto hablamos más profundamente en este post:
👉 Cómo controlar las emociones
¿Y ahora qué?
¿Sabías que muchos atletas olímpicos caen en depresión después de ganar el oro?
La cima no siempre es lo que parecía.
Una vez que alcanzan lo que ellos creían (durante tantos años) que iba a ser la fuente de felicidad inagotable.
Después de tanto esfuerzo, tiempo y dinero dedicado… se dan cuenta que la felicidad no estaba ahí.
Desde el día antes de operarme me aferré al Reto Pelayo Vida como una forma de mantenerme motivada e ilusionada.
Ha sido un motor que me ha ayudado a superar las dificultades que iban apareciendo en el camino.
Y después del estreno del documental: se apagaron los focos.
La Antártida acabó.
Madeira pasó.
Y ahora me toca hacerme la pregunta más jodida:
¿Y ahora qué?
Podría estar dando la chapa con la Antártida de aquí hasta que se me arrugue la piel peeeeero….
Yo no vivo de rentas.
Yo vivo de la ilusión.
Lo hecho, hecho está.
Pues ahora, a seguir soñando y caminando en dirección a mis valores.
Ya estoy planeando la próxima locura. Te la contaré la siguiente semana.
Incluye desafío físico y mental, superación de miedos, una lista infinita de cosas por aprender, varios mapas…
Mediocridad inevitable y elegida
Un viaje no es algo fácil, te quita mucho tiempo.
Una simple escapada de fin de semana tiene muchísimas mini tareas que deben hacerse previamente.
Y como sigo teniendo solo 24 horas al día, eso significa que en otras áreas de mi vida... soy un desastre total.
A saber: la ropa, la casa, el orden y la limpieza.
No es raro verme con ropa vieja, con agujeros y sin planchar.
Mi casa tiene una decoración peculiar dudosa y tengo cuadros que llevan en el suelo en una esquina 5 meses esperando a ser colgados.
Vivo y duermo con arena y aunque me encanta la sensación de limpieza y de orden nunca encuentro el momento de hacerlo.
Siempre tengo algo mejor que hacer y me acaba pillando el toro.
¿Y qué?
En algún momento de mi vida tuve el run run en la cabeza de que debía: tener la casa Pinterest, el armario Zara Home y los hábitos de Marie Kondo.
Pero a mis 36 años he aceptado que soy así y no tengo ningún interés en mejorar estos aspectos de mi vida porque sería dedicarle tiempo y recursos, que prefiero dedicarlo a otras cosas.
Ser mediocre en estos aspectos no me hace sufrir ni un poquito y no afectan a mi calidad de vida.
Ya no fantaseo con las casas de otras amigas mías o peor, de influencers de Instagram.
Prefiero ser mediocre en lo superficial y brillante en lo que me enciende (lo que está alineado con mis valores).
Lo mismo con mis hobbies.
Tengo demasiados. No destaco en ninguno.
Y está bien.
Porque me enamoro de cada mariconada que pasa por delante.
Y eso, alternar actividades, ser mediocre y no especializarme en nada… aunque suene tonto, me hace feliz.
Frase que me no paro de darle vueltas
“Nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo.” —Luis Rosales
Yo no soy la misma.
Y si tú tampoco lo eres, bienvenido.
Estamos exactamente donde tenemos que estar: avanzando, aunque a veces se nos haga bola.
Esto es todo, casi ná.
Un abrazo apretao,
Macarena
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